La escultura es el arte de modelar, tallar y esculpir un material, con
el fin de representar figuras u objetos en tres dimensiones. Esto quiere
decir que, a diferencia de la pintura, que es bidimensional y plana,
las esculturas tienen volumen y pueden ser apreciadas no sólo de frente
sino desde distintos puntos.
"Pietà", 1499 de Miguel Ángel.
Técnicamente, la escultura es la rama de las artes plásticas que se
ocupa de la creación de formas artísticas en tres dimensiones, con muy
diversos materiales y formas.
Desde el comienzo de este arte en tiempos prehistóricos, la principal inspiración de los escultores ha sido la figura humana, aunque con distintas motivaciones o connotaciones.
Las representaciones del hombre primitivo estaban relacionadas con la
magia, la religión y también con la utilidad (tallado de herramientas y
utensilios). Sin embargo, con el paso del tiempo, estas figuras
perdieron su simbolismo y funcionalidad, surgiendo la preocupación por
reproducir la belleza. Esta finalidad determinó el nacimiento del “arte
de la escultura”.
A medida que se fue desarrollando la civilización, se acentuó la
utilización de las figuras humanas tanto femeninas como masculinas, en
algunos casos mezclándolas con rasgos animales para representar a los
dioses (pueblos mesopotámicos). También es importante la exaltación de
los soberanos (egipcios).
Con los griegos se humanizan tanto las esculturas, que dada su
perfección parece como si se tratara de personas congeladas cubiertas de
mármol -tipo de piedra, principal material utilizado en esa época-.
Grecia marcó un hito en las artes. La perfección y la belleza no solo
están presentes en la escultura, sino también en la arquitectura. Su
estilo para crear ha sido denominado clásico, y sus formas y detalles aún son estudiados.
Roma preservó este estilo, introduciendo un mayor realismo en los
retratos, sobre todo en los de los emperadores, y en los relieves
históricos.
Durante la Edad Media, las esculturas pasaron a segundo plano
respecto a la arquitectura. Casi fueron exclusivamente un complemento de
esta, al estar destinadas a la ornamentación de grandes construcciones,
como, por ejemplo, castillos, palacios e iglesias. Las figuras estaban
relacionadas con los textos bíblicos, ya que en ese tiempo primaba el teocentrismo; es decir, todos los aspectos de la vida giraban en torno a la creencia en Dios.
El Renacimiento marcó el retorno al estilo clásico. Un claro ejemplo
del brusco quiebre respecto al período anterior es la reaparición de las
representaciones del cuerpo humano desnudo.
El barroco surgió en Italia a principios del siglo XVII y se
caracterizó por su exuberancia, la bella expresión de emociones, y, en
algunos casos, también por su dramatismo.
Como ya lo señalábamos, terminamos con el Rococó, estilo ornamental
principalmente de interiores, surgido en Francia y que se difundió por
Europa durante el siglo XVIII.
Fuente: icarito.cl
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